Growing To Give Canadá
El 1 de mayo de 2019, Growing To Give recibió una invitación especial: construir un proyecto agrícola con un propósito
claro y urgente—producir alimentos para personas que los necesitaban. Así comenzó nuestra participación
en Helen’s Acres, una granja comunitaria operada por la Trinity Legacy Foundation en Kelowna, Columbia Británica.
Helen’s Acres nació para apoyar a organizaciones de impacto social que trabajan en seguridad alimentaria en el
Okanagan Valley. Para nuestro equipo, sumarnos fue un honor: no se trataba solo de “hacer una huerta”, sino de
colaborar en un sistema real de ayuda, diseñado para que la comida llegue donde más hace falta.
La conversación sobre hambre y acceso a alimentos a veces se escucha lejana en países con supermercados llenos.
Pero en el Okanagan Valley, la realidad se siente cada fin de mes. Un informe de costos de alimentos publicado por
la BC Provincial Health Services Authority señalaba una cifra que sacude: alrededor de
1.200 dólares al mes para que una familia de cuatro compre lo básico en comestibles.
Cuando los ingresos no alcanzan, aparecen los distintos niveles de inseguridad alimentaria: familias que viven con
la preocupación constante de quedarse sin comida; familias que deben sacrificar nutrición por precio; y, en el
escenario más duro, hogares donde se va a dormir con hambre.
Cuando el costo de la vida empuja a las familias al límite
El problema no es únicamente “cuánto cuesta la comida”, sino lo que esa cifra significa frente a salarios,
alquileres, servicios y transporte. La inflación, el costo de vivienda y la presión económica sobre hogares con
ingresos fijos o precarios hacen que las decisiones diarias sean dolorosas: ¿pagar la electricidad o comprar fruta?
¿llenar el tanque de gasolina para ir al trabajo o comprar proteínas para la semana? En muchas casas, la respuesta
no es una “preferencia”; es una renuncia forzada.
En ese contexto, una granja comunitaria puede convertirse en mucho más que un espacio verde. Es una pieza de
infraestructura social: un lugar que produce alimentos, sí, pero también un lugar que crea vínculos, organiza
voluntariado, enseña habilidades, genera donaciones consistentes y fortalece la capacidad de respuesta de la
comunidad ante crisis económicas.
Niñez y pobreza: el futuro se juega en la mesa
En el valle, la situación de la infancia exige atención especial. Se hablaba de que 1 de cada 5 niños
vivía en pobreza, y que West Kelowna presentaba una de las tasas más altas, alrededor del
35,3%. Cuando una parte tan grande de los niños crece con inseguridad alimentaria, el impacto se
multiplica: baja energía para aprender, mayor estrés familiar, salud más frágil y menos oportunidades.
Por eso repetimos una idea simple pero poderosa: el futuro de una región depende del bienestar de sus
niños. Y si es verdad que “se necesita una aldea para criar a un niño”, entonces esa aldea también debe
ser capaz de alimentarlo. Instalar un proyecto Growing To Give en el corazón de la comunidad no es un gesto
simbólico: es una estrategia práctica para acercar alimentos frescos, apoyar bancos de comida y reforzar redes de
cuidado mutuo.
Un proyecto que se convirtió en algo extraordinario
En Helen’s Acres, trabajamos junto a organizaciones locales para que la producción no se quedara “en la granja”,
sino que se transformara en alimentos disponibles para quienes más los necesitaban. Con nuestras tecnologías
propietarias de Crop Circle Farms & Gardens, ayudamos a producir
más de 100.000 libras de alimentos, que se compartieron entre varios bancos de comida y el
Ejército de Salvación. Esa cifra representa mucho más que volumen: representa comidas reales,
semanas con menos ansiedad, y la dignidad de poder acceder a verduras frescas.
Una de las claves del éxito fue combinar escala y diversidad. En los espirales de mayor producción cultivamos
alimentos de alto rendimiento que la comunidad necesita y reconoce: ejotes amarillos (yellow bush
beans), maíz dulce, pimientos morrones y tomates. Esos cultivos
aportan volumen y consistencia a la entrega de alimentos.
Pero la seguridad alimentaria no se trata solo de “llenar cajas”. También se trata de nutrición,
variedad, cultura alimentaria y opciones para cocinar de forma saludable. Por eso, en los Crop Circle Gardens de
menor escala, apostamos por una diversidad impresionante de verduras, hierbas, plantas medicinales y flores de
corte. La variedad no es un lujo: es lo que permite que las familias reciban vitaminas, fibra, minerales y sabores
que ayudan a sostener la salud.
¿Qué se cultivó? Mucho más de lo que imaginas
La lista de cultivos refleja la visión del proyecto: mezclar productividad con biodiversidad. En el valle,
cultivamos numerosas hortalizas que incluyen (entre muchas otras): distintas variedades de
tomates, pimientos dulces y picantes, berenjena,
zanahorias, remolachas, kale, acelga,
pepino, calabazas, sandía, melón cantalupo,
coliflor, collards, kohlrabi, lechugas,
espinaca, cebolla, okra, chirivía,
arvejas, rábano, tomatillo, amaranto,
brócoli, repollo, girasoles, zucchini, además
de hierbas culinarias, plantas medicinales y flores de corte.
Esta diversidad tiene un propósito práctico: cada familia, cada banco de alimentos y cada cocina comunitaria
trabaja con realidades distintas. Algunos necesitan vegetales para sopas, otros para ensaladas, otros para
conservas. Algunos tienen acceso limitado a condimentos y hierbas, por lo que recibir albahaca, cilantro o menta
puede mejorar la comida de toda la semana. Incluso las flores cumplen un rol: elevan el ánimo, aportan belleza y
dignidad a espacios comunitarios que muchas veces operan bajo presión constante.
La tecnología como puente entre la intención y el impacto
Lo que distingue a este tipo de proyecto no es solo la voluntad de ayudar, sino la capacidad de convertir esa
voluntad en resultados medibles. Las tecnologías de Crop Circle están diseñadas para hacer más eficiente el uso del
espacio y simplificar la instalación y el manejo del cultivo. Esto ayuda a que equipos con voluntarios, con
distintos niveles de experiencia, puedan sostener la producción de forma más consistente durante la temporada.
Además, trabajar con patrones de cultivo bien organizados facilita tareas como riego, mantenimiento y cosecha.
En proyectos de impacto social, el tiempo es un recurso tan valioso como el dinero. Cuando una tecnología reduce
fricción, la comunidad puede dedicar más energía a lo esencial: distribuir alimentos, educar, incorporar nuevos
voluntarios y ampliar la capacidad del proyecto.
Lo que Helen’s Acres representa para el Okanagan Valley
Helen’s Acres es un ejemplo de cómo un espacio agrícola comunitario puede funcionar como un centro de resiliencia.
En lugar de depender únicamente de donaciones de alimentos comprados, la comunidad invierte en producción local.
Eso aporta estabilidad cuando los precios suben, cuando hay interrupciones en cadenas de suministro o cuando aumenta
la demanda en bancos de alimentos.
También demuestra algo importante: combatir el hambre no tiene por qué limitarse a “responder a emergencias”.
Podemos diseñar sistemas que prevengan crisis, que enseñen habilidades, que conecten a los vecinos y que transformen
terrenos en fuentes continuas de nutrición y esperanza.
Una invitación abierta: crecer para dar, también en tu comunidad
La experiencia en Canadá nos dejó una enseñanza clara: cuando una comunidad se organiza y cuenta con un modelo
práctico de producción, los resultados se multiplican. Una granja comunitaria puede alimentar a miles de personas,
pero también puede inspirar a otros barrios, otras ciudades y otras regiones a crear soluciones similares.
Growing To Give seguirá impulsando proyectos que unan tecnología agrícola, colaboración comunitaria y una misión
simple: cultivar para compartir. Porque cada espiral plantada, cada cosecha entregada y cada niño
con un plato más nutritivo es una forma concreta de construir un futuro más justo.