Jardines bajo el agua: cómo el océano puede alimentar al mundo sin agotarse
El mar no solo es paisaje y biodiversidad: también es una despensa gigantesca. A lo largo de la historia, las
comunidades costeras han recolectado algas, plantas halófitas y otros alimentos del litoral como parte de su dieta.
Hoy, con más personas viviendo en zonas urbanas y con presión creciente sobre la tierra agrícola, vuelve una pregunta
importante: ¿podemos obtener alimentos del océano de forma nutritiva y sostenible?
Los “jardines submarinos” son una manera útil de imaginarlo: bosques de kelp, cultivos de algas en cuerdas, y zonas
intermareales donde crecen especies comestibles. Pero estos jardines no funcionan como un supermercado infinito.
Exigen conocimiento, cuidado y límites. En esta versión en español (con encabezados y enfoque distintos
al texto en inglés), exploramos qué se come del mar, cómo se cultiva, cómo evitar la sobrecosecha y por qué la
acuicultura de algas está ganando relevancia como alimento de futuro.
Qué son los “jardines submarinos” y qué incluye realmente la comida del mar
En la práctica, el concepto puede abarcar tres categorías principales:
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Macroalgas comestibles (algas grandes): kelp, nori, dulse, lechuga de mar y otras.
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Plantas costeras halófitas (de sal): como el samphire o “espárrago de mar”, que crece en zonas salobres.
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Acuicultura vegetal marina: cultivo controlado de algas (y a veces sistemas combinados con mariscos).
Un detalle importante: muchas veces se llama “planta marina” a todo lo verde del mar, pero no es lo mismo un alga que
una pradera marina. Las praderas (fanerógamas marinas) son ecosistemas clave para la salud del océano y generalmente
no se consideran “cultivos para cosechar”, sino hábitats a proteger.
Algas comestibles más conocidas: tres clásicos que ya viajan por el mundo
Las algas comestibles han estado en la mesa durante siglos, sobre todo en Asia y regiones costeras del Atlántico Norte.
Hoy aparecen en supermercados y restaurantes como snacks, condimentos, caldos y envolturas. Estas son tres de las más
comunes:
---Kelp: alga parda grande y de crecimiento rápido. Se usa para caldos, sopas y como potenciador de sabor (umami). Puede consumirse fresca o deshidratada (siempre de origen confiable).
---Nori: nombre popular de algas rojas que suelen procesarse en láminas tostadas. Es clave en sushi, pero también funciona en sopas, arroz y como “crunch” encima de ensaladas.
---Dulse: alga roja con tradición en el norte de Europa. Se seca y se come como botana o se añade a platos para aportar un toque marino intenso.
En cocina, la regla práctica suele ser “poco y bien”: pequeñas porciones pueden aportar sabor, minerales y variedad sin
necesidad de grandes cantidades. Además, como las algas pueden concentrar ciertos minerales del agua, es mejor
comprarlas a productores o marcas que controlen calidad.
Sabores del litoral: especies menos famosas, pero muy interesantes
Más allá de los nombres conocidos, existen otras opciones que son populares en regiones específicas o que están creciendo
en demanda:
---Lechuga de mar: alga verde y delicada, común en zonas intermareales. Se usa en ensaladas, sopas o como topping. Su textura recuerda a una hoja fina.
---Samphire (espárrago de mar): planta costera crujiente y salina. Se cocina rápido al vapor o salteada, y también se encurte. Es excelente con pescado o como guarnición.
---Uvas de mar: alga verde en racimos (no son uvas reales). Se consume fresca en ensaladas o con salsas ligeras; su textura “estalla” en boca y es muy apreciada en Asia.
Estas especies ilustran una idea central: el océano ofrece alimentos distintos a los terrestres, con perfiles de sabor
y textura únicos. Esa diversidad culinaria es valiosa, pero requiere manejo responsable para no destruir hábitats.
El riesgo oculto: cuando la cosecha se vuelve sobrecosecha
La sobrecosecha ocurre cuando se extrae más rápido de lo que la población puede regenerar. En el mar,
el problema es doble: muchas algas y plantas comestibles también son estructura del ecosistema. Al
retirarlas, se pierde refugio y alimento para peces jóvenes, caracoles, cangrejos e invertebrados que sostienen cadenas
tróficas completas.
Además, ciertos métodos de recolección pueden ser destructivos. Arrancar de raíz o rastrillar zonas sensibles daña el
sustrato, altera sedimentos y afecta especies no objetivo. Por eso, la diferencia entre “recolectar” y “dañar” está en
la técnica.
Buenas prácticas de recolección costera
- Recolección selectiva: cortar porciones y dejar bases para que vuelva a crecer (si aplica a la especie).
- Rotación de sitios: no extraer siempre del mismo lugar.
- Evitar áreas sensibles: praderas marinas, zonas de cría, arrecifes frágiles.
- Respetar reglas locales: permisos, vedas y límites donde existan.
Nota importante: a veces se menciona el “eelgrass” (Zostera marina) como si fuera un alimento, pero en muchos lugares
se considera un hábitat esencial y se protege. En general, las praderas marinas se tratan como ecosistemas a conservar,
no como “verdura” para recolectar.
De recolectar a cultivar: por qué crece la acuicultura de algas
Cuando la demanda aumenta, la recolección silvestre puede volverse insostenible. Por eso, el cultivo de algas (acuicultura)
se está expandiendo en varias regiones del mundo. La razón es sencilla: muchas algas crecen rápido y no requieren riego
con agua dulce ni fertilización convencional.
Un ejemplo muy citado es el cultivo de kelp, que en algunos lugares se realiza con sistemas de cuerdas
(longlines) en el agua. Si te interesa el tema desde una perspectiva de cultivo y potencial económico, aquí tienes un
recurso relacionado:
bosques submarinos y cultivo de kelp.
Cómo se “siembra” el mar: modelos comunes de cultivo de algas
La acuicultura de algas no es un proceso único. El método depende de la especie, el oleaje, las corrientes y la
infraestructura disponible. Dos modelos suelen aparecer en proyectos piloto:
1) Sistemas de cuerdas (longline)
Se instalan líneas flotantes o semi-sumergidas donde se fijan “semillas” (esporas o plántulas). Con el tiempo, el alga
crece a lo largo de la cuerda y se cosecha por secciones o de forma completa, según el diseño.
2) Estanques o lagunas poco profundas
Algunas especies, como las uvas de mar, pueden cultivarse en estanques controlados, lo cual facilita la cosecha y el
manejo. A cambio, se necesita control más cuidadoso de calidad del agua y bioseguridad.
En ambos casos, el éxito depende del sitio: calidad del agua, temperatura, salinidad, profundidad, exposición a tormentas
y compatibilidad con navegación y pesca local. “Cultivar algas” también requiere permisos y una relación clara con la
comunidad.
Beneficios potenciales… y por qué no son automáticos
Se dice a menudo que las algas “mejoran el agua” porque absorben nutrientes disueltos. En ciertos contextos, pueden
ayudar a reducir exceso de nitrógeno u otros compuestos. Sin embargo, los beneficios ambientales no son automáticos:
dependen de especies, densidad de cultivo, ubicación y monitoreo. Un proyecto bien diseñado puede aportar ventajas; uno
mal ubicado puede generar conflictos o impactos no deseados.
Aun así, como alimento, las algas tienen atributos atractivos: no ocupan tierra agrícola, su cadena de producción puede
ser eficiente, y diversifican dietas con sabores que no se obtienen fácilmente en tierra.
Seguridad y calidad: lo que conviene saber antes de comer algas con frecuencia
Para el consumo doméstico, lo más importante es la procedencia. Evita recolectar en zonas contaminadas o cerca de
descargas, puertos, o áreas industriales. Si compras, busca productores responsables. Y si consumes algas con frecuencia,
rota tipos y no dependas de una sola especie.
- Origen confiable: zonas limpias y controladas.
- Identificación correcta: algunas especies se parecen; aprende con guías locales.
- Procesamiento adecuado: lavado, secado o cocción según el uso culinario.
- Moderación: úsalas como complemento o condimento, no como único alimento.
Una visión para comunidades costeras: alimento, empleo y resiliencia
Los jardines submarinos bien gestionados pueden apoyar economías locales: crean empleo, ofrecen una fuente de alimento,
y diversifican ingresos para pescadores y comunidades costeras. Además, pueden funcionar como proyectos educativos
sobre océanos, nutrición y sostenibilidad.
Para iniciar, lo ideal es empezar pequeño: una línea demostrativa, especies locales no invasoras, un plan simple de
cosecha, y métricas claras de rendimiento y costos. El crecimiento responsable prioriza aprendizaje antes que expansión.
Conclusión: el océano como huerto, no como mina
El mar puede ser un aliado en la seguridad alimentaria, pero solo si lo tratamos como un sistema vivo. Las algas
comestibles —desde kelp y nori hasta lechuga de mar, samphire y uvas de mar— ofrecen nutrición y diversidad culinaria.
La acuicultura de algas abre una vía para producir sin depender de la extracción silvestre.
El punto final es un compromiso: equilibrar el apetito humano con la salud del ecosistema. Con reglas,
monitoreo, técnicas responsables y apoyo a productores sostenibles, los jardines submarinos pueden alimentar hoy sin
quitarle futuro al océano.