Seguridad alimentaria en las Islas Canarias: por qué se encareció comer bien y qué soluciones locales funcionan
Las Islas Canarias, un archipiélago español frente a la costa noroeste de África, son un destino
reconocido por su clima templado, sus paisajes volcánicos y una economía que gira en torno al turismo. Sin embargo,
detrás de la postal existe una realidad que cada vez se siente más en los hogares: el acceso a alimentos frescos,
nutritivos y asequibles se ha vuelto difícil para muchas familias.
Cuando hablamos de inseguridad alimentaria no nos referimos solo a “pasar hambre”. Se trata de no
poder comprar con regularidad una dieta adecuada, de depender de productos ultra procesados porque son más baratos,
de reducir porciones para llegar a fin de mes o de elegir entre comida y otros gastos esenciales. En territorios
insulares, donde el transporte y la energía pesan mucho, la comida se vuelve especialmente vulnerable a los cambios
de precios, a la logística y al clima.
Esta página repasa, desde una perspectiva práctica, por qué Canarias se encuentra con esta presión creciente y,
sobre todo, qué estrategias están demostrando ser efectivas: desde recuperar diversidad agrícola y
cosechar agua hasta instalar sistemas de cultivo más eficientes que produzcan más con menos recursos.
En ese marco, presentamos el enfoque de Growing To Give
y tecnologías de agricultura de bajo consumo hídrico como las de Crop Circle Farms & Gardens.
Canarias y el “costo isla”: cuando cada kilómetro importa
En un territorio continental, la cadena alimentaria puede diversificarse con carreteras, centros logísticos y
múltiples regiones productoras. En un archipiélago, el panorama cambia: gran parte de lo que se consume llega por
barco o avión y depende de puertos, combustible, almacenamiento, distribución y refrigeración. El resultado es un
fenómeno conocido por muchos residentes: el costo isla.
Este “costo” no es únicamente económico; también es un riesgo. Si ocurre una interrupción logística, un aumento
brusco del combustible, un paro portuario, una tormenta o una alteración del mercado global, los precios se mueven
rápido y la oferta se vuelve más frágil. En ese contexto, cualquier disminución de producción local amplifica el
problema.
Por eso, mejorar la seguridad alimentaria en Canarias no significa eliminar las importaciones, sino
reducir la dependencia con una base productiva local más fuerte, más eficiente en agua y con mayor
diversidad de cultivos. Esa base puede amortiguar shocks externos y sostener el acceso a alimentos frescos incluso
cuando la economía se complica.
Terraces, monocultivo y exportación: una historia que marcó la despensa
La agricultura canaria tiene una historia larga y valiosa: bancales y terrazas sobre laderas volcánicas, soluciones
ingeniosas para retener suelo y humedad, y conocimiento campesino transmitido por generaciones. Sin embargo, como en
muchas regiones, la orientación económica y las políticas agrícolas impulsaron cambios que terminaron afectando la
disponibilidad de alimentos para consumo interno.
En distintos momentos, parte de la agricultura se centró en cultivos comerciales destinados al
exterior (por ejemplo, el plátano) o a cadenas de distribución que priorizan volumen y uniformidad. El problema no es
el plátano ni la exportación en sí, sino el desequilibrio: si mucha tierra, agua e inversión se
concentran en pocos productos, el sistema se vuelve menos flexible y el mercado local pierde diversidad alimentaria.
Además, las terrazas agrícolas —aunque eficientes para el control de erosión— suelen requerir mantenimiento constante
y un manejo del agua muy preciso. Si el agua escasea, si el costo de producción sube o si se pierden manos y
rentabilidad, muchas superficies quedan infrautilizadas o abandonadas. Eso se traduce en menos oferta local y más
dependencia externa.
El factor agua: la variable que decide qué se puede cultivar
En Canarias, el agua es el cuello de botella. Cambios en las lluvias, olas de calor más intensas y temporadas secas
más largas elevan la presión sobre agricultores y jardineros. Cuando el agua se encarece o se restringe, muchas
explotaciones reducen superficie o eligen cultivos menos exigentes, y la producción local se resiente.
En la práctica, mejorar la seguridad alimentaria en un archipiélago con estrés hídrico exige tres líneas de acción:
• Aumentar la captación: recoger y aprovechar mejor la lluvia y la escorrentía.
• Reducir pérdidas: evitar evaporación, fugas y riegos ineficientes.
• Mejorar el suelo: elevar materia orgánica para que el suelo actúe como “esponja”.
Estas tres líneas se combinan con técnicas como el acolchado profundo, el riego localizado con temporizadores, el
diseño de microcuencas y el uso de estructuras que protegen del viento y el sol. Cuando se aplican en conjunto, el
resultado puede ser sorprendente: más producción con menos agua y menos insumos.
Importaciones: estabilidad aparente, fragilidad real
Es lógico importar alimentos: complementa dietas, asegura disponibilidad de productos que no se cultivan localmente
y, en ocasiones, reduce costos. Pero cuando la importación se convierte en la columna vertebral del suministro, el
sistema adquiere vulnerabilidades:
• Precios volátiles: combustible, inflación global, tipo de cambio y costos portuarios.
• Riesgos de transporte: retrasos, tormentas, interrupciones, falta de contenedores.
• Pérdida de frescura: más días en tránsito significa más merma y menos calidad nutricional.
• Dependencia alimentaria: menos incentivos para invertir en la producción local.
Por eso, una estrategia robusta para Canarias no plantea un “todo o nada”, sino un modelo mixto: importaciones
inteligentes + producción local escalable + cadenas cortas (del agricultor al consumidor) para productos frescos.
Cambio climático: calor, irregularidad de lluvias y eventos extremos
El cambio climático se siente de manera particular en islas: menos margen de maniobra, ecosistemas frágiles, fuerte
dependencia de infraestructuras costeras y un balance delicado entre agua, energía y turismo. Para la agricultura,
esto se traduce en:
• Veranos más secos: sube la demanda de riego cuando el agua es más escasa.
• Olas de calor: estrés térmico en cultivos, floración afectada y mayor evaporación.
• Tormentas puntuales: lluvia intensa que se pierde por escorrentía si el suelo no infiltra.
• Plagas y enfermedades: cambios de temperatura y humedad alteran ciclos biológicos.
La buena noticia es que muchas soluciones no dependen de grandes infraestructuras. En producción de proximidad, el
diseño del sistema (suelo, sombra, viento, riego) marca la diferencia. Y cuando la comunidad participa, se acelera
la adopción.
Canarias tiene ventajas reales: suelo volcánico, clima diverso y tradición agrícola
Es importante decirlo con claridad: Canarias no parte de cero. El archipiélago tiene microclimas que permiten
calendarizar cultivos durante gran parte del año. El suelo volcánico, bien manejado, puede ser fértil. Y existe una
cultura agrícola profunda, además de nuevas generaciones interesadas en producción local, agroecología y modelos de
negocio sostenibles.
El desafío es convertir esas ventajas en un sistema alimentario más justo: que el alimento local no sea “premium”
solo para quien puede pagar, sino un pilar de salud pública, empleo y resiliencia.
Un camino práctico: agricultura comunitaria eficiente en agua
Aquí es donde iniciativas comunitarias pueden mover la aguja. Growing To Give trabaja con un
enfoque claro: aumentar producción local con sistemas que consumen menos recursos y son replicables en espacios
pequeños. En islas, esto es clave, porque muchos productores y familias trabajan con superficies reducidas.
En lugar de depender de riegos extensivos y costosos, el enfoque prioriza:
• Diseño del cultivo: agrupar plantas y protegerlas del viento para reducir estrés.
• Riego más inteligente: entregar el agua donde importa (zona radicular) y cuando importa.
• Suelo vivo: compost, acolchado y materia orgánica para retener humedad y nutrir plantas.
• Producción continua: rotación, siembras escalonadas, y elección de variedades adaptadas.
Las tecnologías de Crop Circle Farms
y sus jardines “water-smart” se enmarcan en esa lógica: sistemas compactos que buscan
maximizar rendimiento por metro cuadrado reduciendo el uso de agua y fertilizantes, y facilitando
la capacitación y la réplica.
Qué puede producirse con prioridad para fortalecer la dieta local
Una estrategia alimentaria insular no se centra solo en “producir más”, sino en producir lo que mejora la dieta y la
economía. Algunas prioridades típicas en entornos de clima cálido-templado con limitación de agua incluyen:
• Hojas verdes bajo sombra parcial: acelga, kale/col rizada, espinaca de verano (variedades adaptadas).
• Frutos de huerta eficientes: pimientos, berenjena, tomate (con manejo de sombra y riego).
• Leguminosas: aportan proteína y mejoran el suelo, además de ser más resistentes.
• Aromáticas y medicinales: alto valor, poca agua, buena para microemprendimientos.
• Tubérculos y raíces adaptadas: donde el suelo y el agua lo permitan, son una base calórica local.
Lo importante es recuperar diversidad, porque la diversidad reduce riesgos: si una plaga o evento
climático afecta un cultivo, no colapsa todo el sistema.
Del huerto a la mesa: cadenas cortas y distribución solidaria
Una de las lecciones más potentes en proyectos de seguridad alimentaria es que no basta con producir: hay que
asegurar que el alimento llegue a quien lo necesita. En Canarias, un modelo combinado puede incluir:
• Donación estructurada: excedentes dirigidos a bancos de alimentos y organizaciones locales.
• Mercados de proximidad: venta directa con precios justos (para agricultor y consumidor).
• Programas escolares: huertos educativos + alimentación fresca.
• Formación práctica: para que familias reproduzcan sistemas en casa.
Cuando el proyecto mide su impacto (kilos cosechados, familias beneficiadas, litros de agua ahorrados, participación
comunitaria) se vuelve más fácil sostenerlo con alianzas, subvenciones y patrocinio local.
Una visión de resiliencia: producir localmente para vivir mejor
Combatir la inseguridad alimentaria en las Islas Canarias requiere una combinación de memoria y futuro: aprender de
prácticas tradicionales (terrazas, manejo de pendientes, adaptación al territorio) y actualizar el sistema con
técnicas modernas de eficiencia hídrica, suelos vivos y diseño agrícola inteligente.
Producir alimentos frescos en las islas no es solo una cuestión agrícola: es salud, economía, dignidad y autonomía.
Iniciativas como Growing To Give demuestran que, con tecnología apropiada y participación comunitaria, es posible
fortalecer la seguridad alimentaria y construir un modelo más estable frente a precios, clima y logística.
El objetivo final es simple y poderoso: que más residentes puedan acceder, cada semana, a frutas y verduras frescas,
cultivadas cerca de casa, con menos agua y más resiliencia.
Preguntas frecuentes sobre seguridad alimentaria en Canarias
¿Por qué la inseguridad alimentaria puede aumentar en un destino turístico?
Porque el turismo encarece vivienda y servicios, presiona recursos como el agua y crea empleos estacionales. Si los
salarios no alcanzan y la comida sube por logística, muchas familias quedan expuestas.
¿Tiene sentido cultivar en islas si ya existen importaciones?
Sí. La producción local aporta frescura, reduce vulnerabilidad a interrupciones y puede estabilizar precios de
ciertos alimentos, especialmente los perecederos.
¿Qué significa “agricultura water-smart”?
Son técnicas y diseños que maximizan la producción con menos agua: riego localizado, acolchado, sombra, mejora de
suelo y captación de lluvia para reducir pérdidas.
¿Cómo se puede empezar a pequeña escala?
Con camas o módulos compactos, riego eficiente, compost y cultivo de hojas verdes, aromáticas y hortalizas adaptadas.
El enfoque es replicable en patios, colegios y espacios comunitarios.
¿Qué rol juegan las organizaciones comunitarias?
Conectan producción con distribución, organizan voluntariado, ofrecen formación y pueden coordinar donaciones a
familias y programas sociales.