¿Qué plantas comían nuestros ancestros? Raíces, hojas silvestres y “superalimentos” de la Era de Hielo
Mucho antes de los supermercados, de la agricultura industrial y de las dietas “de moda”, las comunidades humanas
sobrevivían gracias a una habilidad básica: leer el paisaje y convertirlo en alimento. En los periodos fríos
de la última glaciación (lo que solemos llamar “Era de Hielo”), la caza aportaba energía en momentos puntuales,
pero el día a día dependía de algo más constante: plantas comestibles y recursos vegetales disponibles
en estaciones diferentes.
Ese mundo no era uniforme. En algunas regiones había estepas frías, en otras valles con humedales, riberas con
juncales, bosques abiertos y zonas costeras. Lo que comía una familia en un entorno no era idéntico a lo que comía
otra a cientos de kilómetros. Aun así, aparece un patrón repetido: la gente buscaba alimentos almacenables,
energéticos y relativamente predecibles… y ahí entran las raíces, los tubérculos, los bulbos,
las semillas y las hojas silvestres.
En esta guía (educativa y general), exploramos qué tipos de plantas encajan con lo que sabemos de la alimentación
ancestral: raíces ricas en almidón, hojas de temporada, flores y brotes, plantas aromáticas con función
culinaria y, por supuesto, los cuidados imprescindibles para forrajear con seguridad.
La despensa vegetal de la Era de Hielo: por qué las raíces eran “oro”
Cuando la temperatura baja y las estaciones se vuelven impredecibles, las plantas con órganos subterráneos
(raíces, rizomas, tubérculos, bulbos) se convierten en una estrategia de supervivencia. Guardan energía bajo tierra,
resisten heladas y, en muchos casos, se pueden cosechar incluso cuando la parte aérea está seca. Para los grupos
humanos, esto significaba carbohidratos y fibra en un paquete relativamente estable.
Además, muchas raíces se prestan a técnicas simples: asado en brasas, cocción en agua, secado al sol o sobre piedra
caliente, y molienda con piedras para hacer harinas rústicas. No hacía falta tecnología compleja: bastaba con fuego,
tiempo y conocimiento del entorno.
Raíces y tubérculos que encajan con una dieta ancestral
A continuación, veremos ejemplos de alimentos vegetales que suelen mencionarse cuando se habla de raíces históricas
o de forrajeo tradicional. No todas estas plantas se consumían en todas las regiones, pero cada una representa un
tipo de recurso: almidón de humedal, raíces de pradera, tubérculos andinos, etc.
1) Eneá, espadaña o “cattail”: el almidón de los humedales
La espadaña (cattail) es famosa en el forrajeo moderno por el uso de sus rizomas. En zonas húmedas, riberas y
lagunas, esta planta puede formar colonias densas. Para comunidades antiguas, un humedal productivo era casi una
despensa: agua, aves, peces… y rizomas con energía.
Cómo se aprovecha: el rizoma se limpia, se machaca y se lava para separar fibras del almidón.
Luego, el almidón puede espesarse en caldos o cocinarse como papilla. Es un ejemplo perfecto de “alimento
energético” cuando otros recursos escasean.
2) Remolachas y raíces “cortas”: parientes rústicos de cultivos actuales
Muchas raíces comestibles que hoy cultivamos tienen parientes silvestres o formas antiguas. Las remolachas
históricas (y otros tipos de raíces comestibles) suelen ser más fibrosas y pequeñas que las variedades modernas,
pero aportan azúcares, minerales y volumen en la dieta.
Si te interesa comparar raíces tradicionales con cultivos actuales, puedes visitar este recurso sobre
remolachas.
En términos ancestrales, lo importante es el concepto: una raíz que puede asarse, hervirse o añadirse a caldos.
3) Zanahoria silvestre (Daucus carota): más aromática, menos “dulce”
La zanahoria moderna es el resultado de selección. Las formas silvestres suelen tener raíces más delgadas y un sabor
más intenso, a veces con notas herbales. En un contexto de forrajeo, no era la “zanahoria perfecta”, pero sí un
recurso más dentro del conjunto.
En dietas antiguas, muchas raíces se aprovechaban en mezclas: se cocinaban juntas con otras plantas para
suavizar sabores y maximizar calorías. Lo mismo pasa hoy cuando mezclamos raíces en una sopa.
4) Oca y otros tubérculos andinos: energía en climas difíciles
La oca (y otros tubérculos tradicionales de altura) muestra algo clave: distintas regiones
desarrollaron “familias” de tubérculos que prosperan con frío nocturno, suelos pobres o estaciones cortas.
Aunque no es un alimento universal de la Era de Hielo en todos los continentes, representa una lógica ancestral:
guardar energía bajo tierra.
Hojas, brotes y flores: la “vitamina verde” del paisaje
Si las raíces aportaban energía estable, las hojas aportaban micronutrientes: vitaminas, minerales
y compuestos amargos que hoy la ciencia asocia con diversidad fitoquímica. Muchas de estas plantas aparecen como
“malezas” en jardines modernos, pero históricamente fueron parte de dietas de temporada.
Diente de león: una hoja humilde, nutricionalmente interesante
El diente de león suele crecer en suelos alterados, caminos y praderas. Sus hojas amargas se comen tiernas, y su
disponibilidad lo convierte en un clásico del forrajeo. En clave ancestral, es una planta “común” que aporta
diversidad al plato.
Nasturcios: hojas picantes y flores comestibles
Los nasturcios aportan un toque picante y aromático. Son un ejemplo de cómo la dieta ancestral no era solo
“sobrevivir”: también había sabor, color y variedad. Si quieres más ideas sobre flores comestibles en huertos,
puedes ver esta guía:
cultivo de flores.
Amaranto y “quelites”: hojas resistentes y semillas valiosas
El amaranto destaca por dos vías: hojas comestibles y semillas aprovechables. En muchas culturas, los “quelites”
(término amplio para verdes silvestres) han sido esenciales. En un mundo con estaciones duras, las plantas resistentes
que brotan rápido después de lluvias eran una oportunidad de nutrición.
Verdolaga, pamplina (chickweed) y ajo silvestre: pequeños, constantes, útiles
La verdolaga y la pamplina suelen aparecer donde hay algo de humedad. El ajo silvestre, por su parte, aporta
intensidad culinaria y ayuda a “construir platos” con pocos ingredientes. En clave ancestral, las aromáticas
funcionan como puente entre nutrición y cultura: hacen la comida más agradable y, por tanto, más sostenible
en el tiempo.
Cómo se preparaban estos alimentos: técnicas simples, gran efecto
La cocina ancestral no dependía de recetas largas, sino de procesos repetidos: asado, hervido, machacado,
fermentación básica y secado. Lo importante era hacer los alimentos más digeribles, reducir amargor o
dureza, y mejorar la disponibilidad de energía.
Asar raíces en brasas es una técnica universal: concentra sabor, ablanda fibras y reduce compuestos
irritantes en algunas plantas. Hervir hojas puede suavizar amargor. Machacar ayuda
a romper fibras. Y secar permite almacenar.
Forrajeo moderno con mentalidad ancestral: reglas de oro
Recuperar ingredientes silvestres puede ser emocionante, pero hay una línea muy clara: seguridad primero.
No basta con “parecerse” a una planta comestible. Se requiere identificación precisa, conocimiento de hábitat,
temporada y posibles especies similares.
• Identificación: usa guías locales confiables y, si puedes, acompáñate de alguien con experiencia.
• Zonas limpias: evita bordes de carretera, áreas fumigadas o suelos contaminados.
• Cantidad pequeña: prueba porciones mínimas si es una planta nueva para ti.
• Respeto ecológico: cosecha poco, no arranques poblaciones enteras, y prioriza especies abundantes.
Cómo llevar “sabores de la Era de Hielo” a tu mesa hoy
No necesitas vivir como cazador-recolector para inspirarte en esa lógica. La idea moderna es sencilla:
más diversidad vegetal y menos dependencia de un solo cultivo. Puedes introducir raíces,
hojas amargas en pequeñas cantidades y aromáticas intensas.
Ideas prácticas de cocina (inspiradas, no “reconstruidas”)
1) Sopa de raíces asadas: combina raíces (remolacha, zanahoria, tubérculos) con caldo y hierbas. Asar primero mejora el sabor.
2) Ensalada de verdes silvestres “suaves”: mezcla hojas tiernas (más lechuga) con pequeñas porciones de diente de león o nasturcio para equilibrar.
3) Salteado de “quelites”: cocina amaranto u hojas tipo lamb’s quarters con ajo y aceite; sirve con un grano o legumbre.
4) Pesto de hojas y aromáticas: combina hojas comestibles con ajo silvestre (o ajo común) y frutos secos.
De la historia a la resiliencia: qué nos enseña la dieta ancestral
El punto no es romantizar el pasado. La vida en climas duros era difícil. Pero hay una enseñanza valiosa:
la diversidad protege. Cuando tu alimentación depende de pocas especies, un fallo (sequía, plaga,
enfermedad) golpea más fuerte. Cuando tu dieta —y tu agricultura— se basan en variedad, el sistema aguanta mejor.
Esa idea conecta con el presente: huertos comunitarios, sistemas de cultivo diversificados y prácticas que fortalecen
suelos vivos y resiliencia local. Si quieres explorar soluciones de agricultura comunitaria y producción local, visita
Growing To Give.
Preguntas frecuentes sobre plantas silvestres y dieta ancestral
¿De verdad nuestros ancestros comían “muchas plantas” durante la Era de Hielo?
En muchos entornos sí. La disponibilidad variaba por región, pero las plantas ofrecían energía (raíces/tubérculos)
y micronutrientes (hojas/brotes) de forma más constante que la caza.
¿Es seguro forrajear diente de león, nasturcio o ajo silvestre?
Puede serlo si se identifica correctamente y se cosecha en zonas limpias. La seguridad depende de la especie,
el lugar y el conocimiento local. Si no estás seguro, no lo consumas.
¿Cómo empiezo a incorporar estos alimentos sin que “sepa raro”?
Usa el enfoque de “pequeñas dosis”: mezcla hojas amargas con hojas suaves, agrega aromáticas para equilibrar,
y cocina raíces asadas para un sabor más dulce y profundo.
¿Qué aporta esta forma de comer a la salud moderna?
Más variedad vegetal suele significar más fibra y diversidad de micronutrientes. Aun así, cada persona es distinta:
si tienes condiciones médicas, consulta a un profesional de salud antes de cambiar tu dieta.
¿Qué es lo más importante que podemos “copiar” del pasado?
La diversidad. Diversidad en el plato, en el huerto y en el paisaje. Es una estrategia simple que
fortalece salud, cultura alimentaria y resiliencia comunitaria.